¿Brillar para ensombrecer?

Puede que hayas detectado tu miedo al fracaso a la hora de dar ese paso hacia perseguir tu propósito de vida. Pero muchas veces, tal vez incluso escondido detrás el miedo al fracaso, está el miedo al éxito. El miedo a tener demasiado éxito, el miedo a brillar y a ser vista. Porqué ser vista implica posibles críticas, juicios y envidias, y esto puede llegar a ser muy difícil de gestionar.

Sin embargo, el miedo a brillar puede ir un poco más allá. Es posible que lo que te dé miedo sea hacer sombra a los demás. Es decir, hacerles sentir mal porque ellos no brillan y tu sí. Y como mujer, con tu fuerte instinto cuidador, esto te sabe mal y acabas sacrificándote para garantizar el bienestar de todos.

Pero, ¿y si no fuera así?

¿Y si, por el hecho de tú brillar y ser la mejor versión de ti misma (siendo y teniendo todo lo que deseas en la vida), inspiraras a los demás y les dieras permiso para hacerlo ellos también? ¿Y si por el hecho de brillar influenciaras positivamente en la vida de muchas personas? ¿Y si por el hecho de brillar contribuyeras a mejorar el mundo?

¿Cómo sería la sociedad ahora si mujeres como Diana de Gales, Evita, la Madre Teresa de Calcuta o Marie Curie no se hubieran atrevido a brillar por lo que realmente eran?

Te contaré una historia:

Había una vez, un pequeño árbol que vivía en un esplendoroso bosque donde convivían diferentes especies de árboles, plantas y animales en perfecto equilibrio. Era un espectáculo de belleza digno de ver.

Aquel arbolito era feliz y crecía fuerte y orgulloso de lo que era. Cada día agradecía sus eficientes raíces por proveerle de agua nutrientes, a su cada vez más fuerte tronco por sostenerle, a sus hermosas ramas que abarcaban un círculo cada vez mayor y a sus verdes y brillantes hojas que le permitían seguir creciendo.

Pasó el tiempo y se convirtió en el árbol más grande y esplendoroso del bosque. Sus frutos alimentaban pequeños animales, su copa permitía la aparición de especies sombrías justo debajo y en sus ramas anidaban los pájaros.

Una sequía estival se apoderó de aquel bosque y algunos de los árboles más débiles no sobrevivieron. Una tarde triste de finales de verano, el Árbol sintió como dos búhos presuntuosos se quejaban del estado del bosque. Uno de ellos comentó que no le sorprendía nada aquél desastre habiendo un árbol tan grande que absorviera tanta agua y minerales. Pues no dejaba suficiente para los más pequeños. Aquello le llegó a la savia de tal manera que no pudo dormir en toda la noche. Al amanecer, tomó una meditada decisión.

El invierno fue largo y duro. La mayoría de los árboles dormían desnudos guardando toda su energía dentro de sus troncos y raíces para poder volver a brotar de nuevo. Cuando llegó la primavera, poco a poco, todos fueron despertando. Todos menos uno: el árbol más grande del bosque que siguió durmiendo. Había decidido dejar de ser tan grande y esplendoroso para dejar de hacer sombra a los otros árboles y así permitirles crecer tanto como quisieran. Estaba decidido y así sería. Además, lo hacía contento y convencido de que era lo mejor para el bosque. No estaba triste, solamente apagado, para dejar espacio a los demás.

Aquella primavera fue inusual. Algunos de los árboles que normalmente crecían bien dejaron de hacerlo, las especies sombrías de alrededor del árbol más grande desaparecieron, los pájaros se fueron a otro bosque en busca de árboles lo bastante frondosos para sus nidos. Los pequeños animales mermaron por falta de frutos y, poco a poco, el bosque fue perdiendo aquella hermosa luz que lo caracterizaba.

Un día, el topo, un sabio de las profundidades del bosque, decidió hacer algo. Fue a hablar con el Árbol y cuando consiguió que le escuchara le expuso la situación.

– Pues imagínate si yo estuviera despierto y consumiera toda el agua y minerales que necesito para vivir, aún sería peor! – respondió el Árbol.

– Veo que no lo entiendes – dijo el topo – Hace años que exploro el suelo de este bosque y ya es hora de que conozcas el secreto de sus profundidades: Tus raíces llegan lejos, muy lejos … Llegan tan lejos que incluso tocan las de los árboles de la periferia del bosque.

Aquellos tan escuálidos? – se extrañó del Árbol.

Exacto! Y no sólo tocan sus raíces sino que les pasan savia llena de nutrientes. Tú los alimentas. Porque eres un Árbol Madre!!

Yo? No… no es posible! – contestó el árbol atónito.

Por supuesto que sí! Fíjate que desde que decidiste seguir durmiendo no ha crecido nada nuevo y algunos árboles ya están demasiado débiles… Además, se han ido los pájaros y muchos de los animales que vivían cerca de ti y las plantas se han secado por falta de sombra. Tienes que volver. Tienes que despertar y ser quien eres, porqué el bosque te necesita en todo tu esplendor!

Nuestro pequeño gran Árbol se dio cuenta de que lo había interpretado todo al revés. Comprendió que si él dejaba de brillar, el bosque también lo hacía. En cuanto lo integró, se prometió a sí mismo que cada primavera brillaría más que la anterior y que pasaría toda su fuerza y sabiduría a los pequeños árboles del bosque para que ellos hicieran lo mismo cuando llegara su momento.


¿Y tú?

Tú también eres un Árbol Madre y el bosque te necesita. Atrévete a brillar por lo que eres y nutre el mundo con tu valor único!

Se trata de brillar para iluminar, no para ensombrecer 😉

Espero que esta historia te haga reconsiderar tu miedo a brillar y te de fuerzas para perseguir tu propósito con éxito. Gracias por leerme y por compartirlo con otros Árboles Madre, entre todas construiremos un gran bosque en armonía.

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